10 diciembre, 2007

El Gran Dictador (1940): Profecía?

El Gran Dictador (Discurso Final)


“Había que reírse de Hitler”

Con esta frase, una auténtica declaración de principios, Chaplin llegó a expresar muchos matices que concentran la génesis y desarrollo de El gran dictador, una de las cimas de un cierto tipo de cine “político” y, ante todo, un film valiente, transgresor y moderno que, adelantándose irremediablemente a su tiempo, sigue sorprendiendo por la virulencia y lucidez con que desenmascara no sólo los regímenes fascistas de Europa en los años 30-40, sino también cualquier forma de autoridad desmesurada que ejerce su superioridad sobre los sectores más débiles e indefensos. La restauración y reposición de esta cinta nos vuelve a descubrir al gran intelectual que fue Charles Chaplin.

Hay que reparar en un hecho poco recordado de El gran dictador, y es la valentía a la que nos hemos referido antes. El año de estreno, 1940, nos dice muchas cosas a este respecto. Haciendo un repaso histórico grosso modo, cuando se estaba rodando la película (que empezó a escribirse en 1937), aún no había estallado la Segunda Guerra Mundial. Alemania y la URSS habían firmado un Tratado que garantizaba la no agresión, Inglaterra y Francia asistían impávidas a las veloces anexiones territoriales de Hitler, Estados Unidos ni siquiera sabía lo que sucedía en Europa, y Hitler era, en definitiva, un gran estadista que había liderado la recuperación moral y económica de una Alemania fracasada en su intento de democracia de Weimar. En este sentido, toda la obviedad crítica que puede contener hoy la película no era tal, ni mucho menos, en la época en que se rodó. El caso de Chaplin es único en denunciar de una manera tan contundente y clara el régimen de Hitler en esas fechas e incluso en preconizar las aspiraciones políticas reales del dictador (la citada escena del globo terráqueo). Si no tenemos en cuenta estas circunstancias, es difícil (e incluso, con todo, resulta extraño aún) comprender las dificultades para estrenar el film.

El mismo Chaplin lo cuenta en su autobiografía:
“Cuando estaba a mitad de rodaje de The Great Dictator empecé a recibir alarmantes recados de la United Artists. Les habían advertido por mediación de la Hays Office que tendría roces con la censura. También la oficina de Londres estaba muy preocupada con respecto a una película antihitleriana y dudaba que pudiera ser proyectada en Inglaterra. Pero yo estaba decidido a continuar, pues había que reírse de Hitler. Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no hubiera podido rodar The Great Dictator: no habría tomado a burla la demencia homicida de los nazis. Sin embargo, estaba decidido a ridiculizar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura (…) De Nueva York llegaban más cartas llenas de preocupación rogándome que no hiciera la película y afirmando que no se exhibiría ni en Inglaterra ni en América. Pero yo estaba decidido a hacerla, aun cuando tuviera que alquilar por mi cuenta salas para proyectarla”.

La rapidez de los acontecimientos en la guerra, la pronta apertura de nuevos frentes y la consecuente toma de posiciones, confirmaron el acertado punto de vista de Chaplin al denunciar la megalomanía fascista. No obstante, esta osadía de Chaplin supondría el principio definitivo de sus problemas en EE.UU. que películas posteriores como Monsieur Verdoux o Candilejas convertirían en irreversibles. EEUU lo acusaría de socialista.

Francia y Gran Bretaña habían declarado la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939, dos días después de la invasión de Polonia por parte del ejército nazi (y pocos días antes del inicio del rodaje de El gran dictador). Entre los meses de mayo y junio de 1940, Alemania invadiría Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia. Italia entraría en guerra el 10 de junio, iniciando poco después la invasión de Egipto. El gran dictador se estrena el 15 de octubre de 1940 en medio de fuertes presiones y críticas, pero se convierte de manera inmediata en un gran éxito de crítica y público. Los Estados Unidos no entrarán en el conflicto hasta el diciembre de 1941, tras el bombardeo de la base de Pearl Harbour por parte del ejército japonés, aliado de Alemania en el Pacífico.